domingo, 2 de septiembre de 2012

LA SUGERENCIA DEL CHEF: Perros calientes



Las primeras estrellas empezaban a titilar en el cielo claro de verano, apenas una brisa tibia que vaga por los tejados y dentro de la habitación un grito corto, mezcla de quejido y suspiro.
Éramos tres en esa cama, ella y su hermosa boca de labios gruesos y rojos pasaba sin pausa, pero sin prisas de mi lengua embravecida a los mordiscos controlados del chico al que ella había tratado de vendar los ojos atando en su cabeza su braga mínima de encaje negro.

La piel blanca de ella, sus pechos firmes que rebotaban con nuestras embestidas acompasadas y por fin ese grito triple de alivio y redención.
Cuando caímos rendidos sobre las sábanas empapadas del sudor de los tres, empezamos a recorrer el sedoso camino que baja del cuello que olía a vainilla hasta llegar a ese firme melocotón blanco.

Y ahí justo en ese centro efectivo del universo, en medio de las dos generosas parcelas de carne humedecida, el olor.
Ese perfume dulce y caliente, ese aroma que se levanta con el vapor de la refriega, ese olor a carne tibia, ese contundente golpe en la nariz que huele a salchicha hervida.
Ahí tendido sobre la maravilla, extasiado y sudoroso, me detuve largamente a oler ese trasero trabajado en la lujuria de ambos machos.

Y me fui, tambaleando mi hambre de cama hacia la cocina.
Ahí en un sartén poco profundo, y en el agua que se calentaba sobre el fuego dejé caer un par de hojas de laurel fresco, dos o tres clavos de olor y varios granos de pimienta.
Estaba inseguro de si ponerle sal o no, pero recordando el sudor tan gozoso, solté un pellizco de sal marina.

En ese caldo perfumado, puse a hervir un par de salchichas de ternera, blancas y firmes, algo más gordas de lo que acostumbra uno; pero, sin embargo suficientes dentro de su fálica proporción de las formas.
Mientras el agua rompía en burbujas aromáticas la superficie de las salchichas, recuerdo haber abierto por la mitad unas flautas, esas baguettes delgadas y de miga pesada.
Con el mismo cuchillo que sirvió para abrir en justas mitades empecé a aplicar mantequilla en una cara, miel en la opuesta y sobre el dulce dorado, unas cuantas hojas de tomillo.

En la habitación la sesión había comenzado nuevamente, las risas y los suspiros me lo dejaban bien claro. Así que apresurando el paso, en medio del blanco y suave pan, puse la caliente salchicha y sobre ella un poco de aguacate picado y sobre este algo de parmesano molido.

Volví nuevamente a la pelea mientras devorábamos, listos para encontrar en estos abusos de la piel, la receta exacta, el delicado toque que va del placer al amor.

Si, esos eran tiempos de perros calientes. 

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Carlos Fuentes

Carlos Fuentes
Chef ejecutivo, hizo sus estudios en Francia. Ha trabajado en Europa, en Estados Unidos, Panamá y Ecuador.