domingo, 2 de septiembre de 2012

LA SUGERENCIA DEL CHEF: levántate y anda


Es lunes y es temprano en la mañana. Un arco certero de la mano al despertador silencia la ronca voz de Tom Waits, tropiezan mis pies con la alfombra; en el sillón, muy ordenado, está mi uniforme de esta mañana, acaricio levemente mi nombre bordado en letras doradas.
Atrás de los cristales oscuros del balcón, me espera la vida gris y fría, esta mañana insulsa y el café, los pedidos, la rutina y subir y bajar.

Escondida entre las sabanas, miro una brillante parcela de carne, casi oculta por los rizos castaños. Me acerco y toco con mis labios la piel bronceada.
Ese ligero toque y mi respiración la han despertado, los ojos grises me sonríen tanto como la boca golosa, gira todo su cuerpo y al caer las sábanas me van mostrando el camino dorado de su espalda.
Con la palma de mi mano voy acariciando esos valles y acaricio levemente los hoyuelos que anuncian los montes firmes de ese trasero caliente.

Agarro una toalla, me la envuelvo en la cintura y me voy a la cocina.
Ahí mientras la llovizna matutina cae perezosa en el jardín y el río se agita en golpes de espuma contra las piedras, saco del refrigerador algo de queso ricota y lo desmenuzo concienzudamente en un bol, le agrego un chorro prudente de miel de abeja y algo de yogurt natural, muy espeso, para darle a la mezcla la consistencia de una pasta ligera.

Saco mi cuchillo y pico la cáscara de una naranja, la agrego. Buscando aquí y allá encontré medio perdida en la alacena, una tableta de chocolate amargo, lo raspo con el filo de mi cuchillo y lo pongo también en el queso.
El vapor de mi café lojano se amontona, sobre la jarra, es el momento. Tomo unas tostadas en miniatura, mi queso siciliano y un par de jarros.

Al llegar a la habitación, ella sigue desnuda y amodorrada. Sirvo un jarro de café oscuro, perfumado, potente y cuando le iba a dar una tostada, el queso siciliano cae directamente sobre su cuello.
Me subo sobre su espalda y lentamente voy entrando, aferrándome con mano ansiosa a su cintura y la otra en su pecho. Y no quiero irme, me quiero quedar para siempre, aun cuando el segundero sigue esa tonta carrera, que me apresura.
Afuera me esperan las flores y los cócteles y el caviar y ese perfume, la langosta, el champagne, las entrevistas y esas ostras imposibles.

Aquí me pierdo dentro de este cuerpo firme, me embriago con este aliento, con el olor que se desprende en vaharadas calientes de vapor que empañan las ventanas.
Me ciego con estos gemidos que se acrecientan con cada estocada, con la mancha de humedad que crece bajo su entrepierna, con el queso siciliano que sigue esparcido en su nuca deliciosa, con su grito ahogado. Con…

Con una sonrisa me dice; levántate y anda. 

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Carlos Fuentes

Carlos Fuentes
Chef ejecutivo, hizo sus estudios en Francia. Ha trabajado en Europa, en Estados Unidos, Panamá y Ecuador.