domingo, 2 de septiembre de 2012

LA SUGERENCIA DEL CHEF: las malas lenguas


Cuando se suelta el resorte y salta la pequeña navaja en forma de espuela empieza, para mi, uno de los mas sensuales rituales de la vida.
Lentamente se corta el capuchón y se clava el espiral en el corcho para luego con un breve esfuerzo hacerlo salir sin que gima la botella.
Y se riega en la copa, alegría contenida por un corcho noble.

Así mismo, luego del saqueo nocturno y empapado en sudor, voy hacia el bar a escoger entre los cuellos de vidrio verde, cristal amarillento o rosado; el líquido que acompañe al sabor de esta piel inquieta. Alguna vez en medio de un tránsito de amores y con la cara enterrada entre unos muslos morenos, tomé un descanso y al probar una copa llena a medias con un malbec robusto, mi lengua restalló con el sabor del vino y los sabores más profundos de ese coño enrojecido y depilado.

Al volver con los labios húmedos a besar sus otros, el vino sobre mi lengua la sensibilizó aún mas, si fuera posible y explotó en mi cara mientras sus uñas se clavaban convulsas en mis sábanas y caían goterones de sudor desde la punta firme de sus senos hasta el ombligo vertical.
El resto fue como entrar en la cocina y experimentar. Aprovechar la forma de la copa de flauta para regar con Bollinger del 89 a una rubia pálida y caliente.
El malbec, mientras más argentino mejor, parece ser el maridaje perfecto, nunca mejor dicho para cortar el sabor potente que se esconde profundo entre los muslos morenos y duros.

Hay mujeres deliciosas que van por la vida alegres y ligeras y como ellas es exactamente el chardonnay que enfría la lengua y les brinda esa diferencia de temperaturas de último momento que como un lenguado chaud-froid, se entrega sin secretos, con una honestidad tan brutal que es en si misma un delicado manjar.

Los delirantes resultados de mojar ligeramente un monte abultado, de piel tostada y sabor manabita con unos tragos templados de riesling chileno o la locura desatada por mi lengua impregnada de pernod, anisado donde los haya, cuando hurgaba las interioridades de una mujer mucho mayor que el añejado.

Una copa llena de bruma o paradoja son excelentes opciones. Pero ahora que me encuentro en trance de probar solo delicias; me oculto cada noche (y mañana y tarde, si es posible), entre estos muslos tostados y firmes y en medio de lamidas y sorbos de mi Château L’Evangile Pomerol, voy girándote sobre ti misma y ahí, en el mas opuesto sitio, plantarte mi beso húmedo, mi ansiosa lengua mas que viperina y enterrado en ti proclamar que Bernard Shaw se equivocaba rotundamente cuando dijo que no hay amor mas sincero que el que se siente por la comida. 

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Carlos Fuentes

Carlos Fuentes
Chef ejecutivo, hizo sus estudios en Francia. Ha trabajado en Europa, en Estados Unidos, Panamá y Ecuador.