jueves, 3 de enero de 2008

La séptima paila

Mucho tiempo atrás, se enfriaban las bebidas sobre hielo bajado de los glaciares, signo de gran lujo y buen vivir; ya que, como lo recuerda Don Juan Tenorio, en el convidado de piedra: "tierra con hielo cerca, buena tierra es".El hielo se formó en los nevados luego de la última glaciación, es decir que los bloques helados son venerables reliquias del tiempo. Cada uno de los enormes ladrillos de agua congelada es distinto, con intrincadas variaciones de densidad, la luz se ve atrapada o corre libre provocando extrañas fulguraciones, destellos irrepetibles,es material único e inaudito, material para lucirse! Nada de tallados escultóricos, ni florituras de ilusionista, esta vez es helado, a la manera de los artistas malditos. Es decir; con paila de bronce, por el fuego, la pasión y hielo por la elegancia, la clase.Es casi un ritual, el gran bloque cristalino, se esparce con sal en grano y se cubre con la paja del páramo en la que vino envuelto, inmediatamente encima se coloca una paila de bronce que se pone a girar rápidamente para formar una cavidad en el hielo para que se asiente con mas facilidad y reciba el frío directamente. Mientras se le da prisa a este paso inevitable, se prepara jugo de frutas, sin adicionar azúcar en exceso para evitar que se formen cristales que le quiten la textura cremosa al helado –la mora y la uvilla eran las preferidas en la época de la colonia – pero, en estos tiempos de exquisita metrosexualidad, una botella de buen cabernet sauvignon, sobre el bronce, añadiendo discretamente azúcar y un sobre de gelatina sin sabor; harán la magia!El resto del mecanismo es simple; el jugo de las frutas dentro de la paila enfriada, demoraría mucho tiempo para congelarse, pero, con el movimiento circular que se le imprime al bronce –el jugo se pone en contacto uniformemente con el metal en capas finísimas que cuando se congelan varían en su densidad y peso y caen en el centro – al mismo tiempo las paredes de la paila se enfrían progresivamente por el contacto íntimo con el hielo, de esta forma, los cristales congelados en finísimas laminas le otorgan el celebrado aspecto cremoso y ligero, que brilla intensamente desde el fondo de la paila y se esparce sobre la lengua recubriendo el paladar tan delicado, consistente que ya no es solo un postre, es alquimia celebrada en la mesa frente a los ojos atónitos de los invitados.Vueltas y vueltas de la paila sobre el hielo, pequeñas penetraciones de la cuchara en el vino congelado. No, no solamente es el helado imposible, es revelarse ante la cocina de artesanos mecanizados. Es como una perezosa tarde de lujuria, hartarse de postre para adultos.El champagne con su sabia dosis de casis, también se somete al baile del bronce congelado, los resultados son estremecedores; o un blanco impecable, como un semillon de buena cuna, para que en la paila se transforme en sorbete rubio como areolas intocadas.El bloque congelado se adelgaza en la cintura, mi continuo frotar le va tornando femenino, la cintura fría se deshace en gruesos goterones, como caderas después de un prolongado baño.Las luces se apagan pausadamente, en la mesa las risas y las conversaciones se han detenido súbitamente, mientras la cuchara se eleva furiosa sobre la paila que chorrea gotas condensadas. Entre vuelta y vuelta creo ver una gota de sudor cayendo por tu profundo escote, no hay hielo suficiente en este mundo para apagar este calor…este infierno.

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Carlos Fuentes

Carlos Fuentes
Chef ejecutivo, hizo sus estudios en Francia. Ha trabajado en Europa, en Estados Unidos, Panamá y Ecuador.